Esa mañana me volvió a despertar el olor a incienso. En la agenda solo había una palabra: vacaciones. No había ningún plan para el día, solo descansar, pasear y poco más. Nos levantamos y desayunamos unas creps de plátano y azúcar de caña que estaban buenísimas.
Tras desayunar, recogimos las cosas y nos cambiamos de habitación, ya que la habitación donde nos alojábamos estaba reservada para ese día y nos propusieron que nos quedáramos la última noche en el apartamento que tenían en el hotel y que costaba 50$ la noche. El apartamento era enorme, más grande que mi piso en Barcelona y, por primera vez en todo el viaje, teníamos aire acondicionado y televisión. En la tele, la programación se centraba mucho en recaudar fondos para los afectados por la erupción del Merapí y del tsunami que hubo en Sumatra justo esos días.
Con la calma, salimos a pasear por el centro de la ciudad. Ubud es como una especie de microcosmos, cuatro calles con tiendas la mar de pijas y carillas con ropa, souvenires y restaurantes de lujo asiático. De todas formas, el mercado del pueblo sigue manteniendo un aura de autenticidad un tanto extraña. Está divido en dos partes, una en la que venden todo tipo de souvenires y la otra donde venden la comida y donde la gente de allí va a comprar cada día.
En el centro hay varias cafeterías donde poder sentarse tranquilamente y leer un libro sin ningún tipo de prisa, y en una de ellas entramos a tomar algo y refugiarnos un poco del calor, que empezaba a ser insoportable. A media mañana regresamos al hotel para darnos un bañito y refrescarnos un poco. Ya os he dicho que ese día fue nuestro día de vacaciones y para culminarlo nos hicimos un masaje en el centro del hotel. En Ubud hay cientos de centros de masajes, los hay muy caros y muy baratos. En el centro los hay baratos, pero te los hacen en camillas separadas por cortinas y con poco encanto y privacidad. Nosotros lo hicimos en el hotel porque tenían una sala para hacer masajes en pareja que tenía un baño donde poderte asear al acabar. Esta vez decidimos hacer un masaje relajante de 90 minutos y, a pesar de ser relajante, salí de allí otra vez llena de moratones por la presión que hacían al hacerlo.
Después de los masajes, fuimos a comer a un warung que tenía muy buena pinta, aunque luego nos decepcionó un poco. Nos pedimos una hamburguesa con patatas, la verdad porque yo ya estaba un poco cansada de comer carne de pollo y arroz. La hamburguesa en sí estaba buenísima, pero resultó tener una guarnición de patatas un poco escasa para el precio.
En fin, que después de comer fuimos andando hasta el palacio real para ver allí el espectáculo de danza legong. Cada noche, en el palacio de Ubud se celebran espectáculos tradicionales a las 7.30 de la tarde. Cada día varía el espectáculo y dicen que son de los mejores que se hace en la ciudad. Si hace buen tiempo, se hacen al aire libre en la entrada del palacio, pero si llueve, justo en frente hay habilitado un escenario cubierto.
Mientras estábamos sentados en primera fila, esperando a que empezara el espectáculo, se puso a llover y nos trasladamos al recinto cubierto. En cuestión de minutos se pusieron a organizar todo el escenario y a trasladar los instrumentos y a las 7.30 en punto empezó la función. A pesar de que la danza que íbamos a ver era el legong, al igual que el día anterior, acabamos viendo una pequeña demostración de diferentes tipos de danzas balinesas.
El primero que se presentó fue el legong. Este baile está interpretado por dos niñas que bailan en trance delicadamente. De hecho, la noche anterior ya vimos una representación similar.
El segundo baile que se representó fue el jauk, en el que un demonio se exhibe pasándoselo bomba él solo. Como está solo, es libre de expresar sus sentimientos y hacer lo que le viene en gana. El bailarín tiene la cara cubierta por una máscara y lleva un vestido de lo más vistoso.
El tercer baile que se representó fue el Lancana Agung Ubud. Este baile representa la vida de Ubud, pueblo famoso por su arte y cultura, y también conocido por su espiritualidad. En este baile, los bailarines bailan con energía y con sus movimientos expresan con simbolismos la vida harmoniosa de Ubud.
En la cuarta parte, vimos un espectáculo de Kebyar Trompong, que fue un baile creado por Mario (un balinés que revolucionó la danza en Bali) en 1930 y en el que un único bailarín baila a la vez que toca un trompong.
Y, para finalizar, una representación del ballet de Bimanu, en el que se representa una historia de amor al estilo de Ramayana. Príncipe conoce a princesa, malo intenta conquistar a la princesa, hay contienda y, al final, los enamorados acabaron felices y comiendo perdices. El espectáculo dura una hora y media que no se me hizo nada pesada. Lo que más me gustó fueron los detalles de los movimientos, no había un dedo o un ojo que no se moviera como la danza dictaminaba y los vestidos y los maquillajes era preciosos. Al acabar, volvimos andando a toda prisa para evitar que empezara a llover, ya que un desaprensivo nos robó el paraguas durante la representación y si llovía no teníamos con qué cubrirnos.
Datos de interés:
Cafetería Rendevous. Situada delante del merdado de Ubud. Batido de helado de chocolate: 20.000 rupias (1,74€).Kebun Indah spa. Masaje relajante de 60’: 125.000 rupias (10,5€), masaje relajante de 90’: 175.000 rupias (14,7€).Warung Artini. Hamburguesa con queso: 34.500 rupias (2,9€).Legong dance en el palacio de Ubud: 80.000 rupias (6,7€). El espectáculo empieza a las 19.30 y acaba a las 21h. Es aconsejable llegar 30 minutos antes para coger un buen sitio. Las entradas las venden en la oficina de turismo, en el mismo palacio y decenas de vendedores ambulantes por Ubud. Todos las venden por el mismo precio.Hotel Kebun Indah. Apartamento, 450.000 rupias (38€), incluye desayuno.
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